
Este verano hemos tenido la suerte de volver a casa.
Y lo valoramos más que nunca, sobre todo después de estos dos años sin haber podido pisar Burundi a raíz del COVID. Y también, porque este verano era sin duda especial al cumplirse 15 años de nuestro primer viaje al corazón de África.
La verdad es que Burundi nos ha sorprendido como siempre. Natural, salvaje, sin reglas, caótico, desaliñado, puro, inocente, transparente, alegre, vasto, equilibrado, esencial, trascendental, humano. Burundi es belleza. Belleza en estado puro.
En total, hemos sido 56 los españoles que hemos tenido la inmensa suerte de contemplar esa belleza este verano, en tres viajes distintos.
El primero de los viajes juntó a 20 estudiantes de la Universidad Villanueva, que fueron acompañados por Don Miguel Antonio, sacerdote que ya ha estado con nosotros otros años en Burundi y Nicaragua, por Manolo Nevado, médico que aprovechó su estancia para echar una mano en nuestro centro materno-infantil, y por su mujer Mariana Álvarez, artista que ha colaborado con nosotros en el pasado y que también aprovechó su estancia para llenar de color medio Burundi y para inspirarse para sus futuras obras. Este grupo organizó un campamento de verano para 150 niños en nuestra escuela primaria de Ndava y después se trasladó a la casa de las Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa en Kirundo, con quienes colaboramos desde nuestros inicios.

La segunda de las expediciones llevó a 15 universitarios a Ngozi, donde organizaron un campamento de verano para 140 niños, y a Kirundo, donde también colaboraron con las Misioneras de la Caridad. Ambos grupos estuvieron acompañados todo el verano por un grupo de estudiantes de la Universidad de Ngozi, con la idea de aprovechar el viaje para realizar un encuentro entre universitarios españoles y burundeses y acercar estas dos realidades tan distintas. Los dos grupos se juntaron en Ngozi para unir fuerzas de cara a nuestro tradicional partido de fútbol contra la Universidad de Ngozi, que llevamos celebrando desde el primer año y que este año se saldó con victoria para los abazungus españoles por 3-2.

Por último, el tercer viaje reunió a 16 jóvenes profesionales, que se trasladaron a la Universidad de Ngozi para llevar a cabo un curso de desarrollo e integración profesional («Self development course«) con 150 universitarios. Aprovechando los conocimientos y perfiles de nuestros voluntarios, entre los cuales había consultores, médicos, militares, economistas e ingenieros, se impartieron clases en inglés de diversas temáticas como liderazgo, habilidades profesionales, pitch personal, emprendimiento, etc. Además, este grupo también se trasladó los últimos días a Kirundo con las Misioneras de la Caridad.

Son tantas las vivencias que nos ha regalado Burundi este verano que es imposible resumirlas en unas pocas líneas. Y es que Burundi es una realidad tan real e increíble a la vez. Burundi es vivir hoy, confiando en el mañana sin adelantarlo. Burundi es ponerse en manos de Dios. Burundi es dejarse sorprender. Es querer ser mejor. Burundi es el de enfrente. Salir de uno mismo, negarse. Es equilibrio entre dar y recibir, es dinámica de amor. Burundi es sonreír, mirar, afirmar. Burundi es abrir las puertas del corazón, de par en par, sin miedo y confiando. Burundi es perseverancia, iniciativa y pasión. Es sed, es amor, es entrega: ndanyotewe… Burundi es esencia de vida, es prioridad, es lo imprescindible en medio de realidades tan prescindibles. Es pobreza; y riqueza. De espíritu; de materia. Es renuncia y necesidad. Burundi es soñar, abrir nuevos caminos, horizontes. Es vivir, son pies descalzos. Es superación y grandeza. Es tocar el cielo en la tierra. Es fatiga, bendita fatiga que impulsa a más. Es todo o nada. Felicidad, plenitud… darlo todo sin tener nada. Es poner corazón, ¡que todo sea verdad!
Gracias Burundi por este verano. Gracias por dejarnos volver a casa.
