Como os avanzábamos hace unos días, después de meses de mucho trabajo, por fin podemos mostraros el resultado de nuestro proyecto “La belleza salvará al mundo”. Por fin ha llegado al día. Por fin, os podemos invitar a viajar a corazón de África. Y a descubrir así su belleza, descubriendo también en el camino la belleza última de nuestra existencia. Esperamos que disfrutéis tanto del viaje como hemos disfrutado nosotros todos estos meses de trabajo.

Así nos recibía Burundi: la belleza del corazón de África brotó desde el primer momento

Además, hemos querido aprovechar el lanzamiento del proyecto para hacer un breve making-of del proyecto de grabación de “La belleza salvará al mundo”, entrevistando al cámara detrás de la cámara. Con todos ustedes, Héctor Zurita en vivo y en directo desde México para contarnos todo lo vivido en Burundi behind the scenes y compartir sus experiencias en el país de las mil y una colinas.

El cámara detrás de la cámara: no todo iba a ser trabajo 🙂

Héctor, ¿puedes hacernos una breve presentación personal y profesional de ti? (Cómo nace tu afición por la fotografía / imagen, tipo de proyectos en los que sueles participar, etc.)

Soy un documentalista mexicano que desde hace casi 10 años he tenido la oportunidad de recorrer el mundo por más de 50 países. Capturando a través de mi cámara la belleza que hay en el mundo, en sitios como la India, El Congo, Cuba, Filipinas, Venezuela; en contextos donde parecería que hay más miseria, en lugares aislados, es allí donde he podido percibir que Dios está más presente. Me he concentrado en trabajar muy cerca de la Iglesia Católica, siendo partícipe de cómo miles de personas valientes dan su vida al servicio de los demás.

Aunque llevas años oyendo hablar de Burundi por los proyectos de ASU, esta ha sido tu primera vez en el corazón de África: ¿ha sido realmente como te esperabas? ¿Qué te ha sorprendido más?

Desde hace un par de años llegó a mis oídos el nombre de Burundi a través de Bobi. Siempre estuve expectante de lo que sucedía en este pequeño y alejado lugar del mundo. No fue nada de lo que yo esperaba, al estar acostumbrado a un África caótica como lo puede ser Liberia en el golfo africano, los países musulmanes en el norte de África o incluso la República Democrática del Congo, que es vecina de Burundi; me encontré con un paraíso. Un lugar tranquilo, callado, con su respectivo caos, pero de una forma distinta. Las personas andando por las calles sin prisa ni agobio. Intensos colores en el ambiente. Lo que más me sorprendió fue que era una cultura hermética, que no ha sido afectada por occidente y se mantiene muy pura.

Nos ha dicho un pajarito que de los muchísimos países que has visitado, Burundi es el que más te ha impresionado. ¿Por qué?

De todos los países en los que me he podido aventurar, sin duda Burundi es el que más me ha cautivado, porque no solo fue viajar a un sitio recóndito, sino que fue viajar en el tiempo, incluso me atrevería a decir que el avión de Ethiopian Airlines nos llevó a otra realidad. Allí el tiempo se mide distinto, en un día te puede ocurrir lo de un mes, y lo mismo en una semana, no hiciste nada más que estar en un pequeño pueblecito. Sin duda es un lugar mágico, que el mundo globalizado de hoy tiene escondido como una perla.

¿Puedes contarnos alguna anécdota vivida en Burundi que recuerdes especialmente?

Muy al norte del país, en la frontera natural con Ruanda, fuimos a un lugar increíble: el extenso lago Cyohoha. Esta zona es una de las que más sufrió durante el episodio genocida en los años 90. Fue allí donde presencié uno de los momentos más hermosos que he visto. Cuando aún estaba oscuro, tomamos una balsa hecha con el tronco de un árbol de eucalipto. Allí vimos uno de los amaneceres más espectaculares que he presenciado jamás. Conforme salía el sol, se escuchaban los sonidos de las aves, los pequeños martines pescadores comenzaban su día de trabajo, más personas cruzaban de un lado a otro en sus balsas de eucalipto. A lo lejos veías como otras balsas echaban las redes al agua. Todo esto en un entorno completamente pacífico. Allí recordé el saludo tradicional de Burundi, “amahoro”, que quiere decir “que la paz este contigo”, y estoy convencido de que ese punto de encuentro entre dos países y dos etnias, era un santuario que invitaba a esa paz. Y para coronar el momento, escuchamos el sonido de un ave más potente, y en la copa de un pino divisamos un águila pescadora con su plumaje azul. Qué regalo más extraordinario.

Capturando la belleza del amanecer en el lago Cyohoha

¿Qué dificultades, tanto a nivel técnico como a nivel personal, te has encontrado grabando en Burundi?

Uno de los retos más importantes fue vivir el momento. Cuando te encuentras en un sitio como este, lo primero que a un documentalista le apetece es capturarlo, hacerlo suyo, lograr ese plano. Pero es cuando pones la cámara a un lado, cuando conversas con las personas, juegas con los niños, abrazas a los ancianos, es allí cuando te enteras de qué va la cosa. Tienes que buscar un balance entre lograr capturar tu historia, y saber vivir el momento.

¿Qué ha sido lo más fácil de grabar? ¿Y lo más difícil?

Lo más sencillo de grabar fue la alegría, no había que esforzarse mucho para que alguien te regalara una sonrisa. Por otra parte, lo más difícil, fue grabar los contextos de miseria, ellos te los presentaban con la misma sonrisa, pero cuando te acercas a una familia que vive en una choza de paja, o cuando entras a una sala de hospital repleta de personas con quemaduras, es donde el choque de realidad te da en la cara. Ahí no puedes esconderte, hay que verles a los ojos y con la misma dignidad que miras a un amigo, les miras a ellos. Es un momento difícil, pero muy hermoso. Ese intercambio de miradas, no de pena, ni tampoco de ánimo. Es un encuentro entre dos hijos de Dios. En el que uno se sabe visto por unos ojos con una verdad más profunda.

Este proyecto de grabación lleva por nombre “La belleza salvará al mundo”. Y es que Burundi es un país con una belleza muy característica que no siempre es fácil de capturar. ¿Qué crees que tiene Burundi de especial? ¿Qué has hecho para tratar de capturar esa esencia y reflejarla en tus vídeos?

Estoy convencido de que la belleza salvará al mundo. Esto es muy papable en el arte, porque inmediatamente cuando escuchas una melodía o ves una pintura, se suscita algo grande dentro de ti. Pero la belleza de la que hablamos es otra. Allí donde no hay una aparente estética, donde no hay una armonía unificada. Allí habita un orden mayor, la luz de la vida te envuelve por completo. Burundi, como algunos otros sitios en el mundo, tiene el secreto a esta belleza. “Lo sencillo”. Es en lo poco, en lo pequeño, en lo cotidiano, donde este pequeño país con forma de corazón te regala un latido tan profundo que tu propia vida se ve removida. Yo lo único que he hecho para capturarla ha sido permitirme ser testigo de la luz.

Viendo en todo belleza

Además de reflejar la belleza de Burundi, la idea del proyecto es explorar el misterio del sufrimiento y el secreto de la felicidad. ¿Crees que Burundi tiene algo que decirle al mundo en este sentido?

A lo largo de esta serie documental, queremos desvelar cómo Burundi, a pesar de ser el país más infeliz del mundo según los medios de comunicación y los indices económicos, es un sitio donde la felicidad se desvela en cada persona. Burundi tiene algo que gritar al mundo: la felicidad está por encima de lo material.

¿Qué te llevas de la experiencia? ¿Qué te llevas de Burundi y de su gente?

Podría asegurar que mi estancia en Burundi fue una experiencia espiritual alucinante. La cosmovisión católica que viven los burundeses es un tesoro. Allí las personas viven el cristianismo con el corazón abierto. Lo trasmiten en su cariño y asistencia a la Iglesia, pero también en el trato con sus vecinos: uno no distingue si son hermanos de sangre o solo vecinos de calle; las personas se cuidan de verdad. Viven con fervor su trabajo, y más que nada tienen un profundo sentido de familia. Ellos enaltecen la familia como la más bella de todas las instituciones. Y a pesar del sufrimiento, el hambre o la pobreza, la familia siempre reluce como piedra angular.

Tras tu paso de Burundi, ¿has notado algún cambio interiormente? ¿Cómo era el Juan del vuelo de ida y el del vuelo de vuelta? ¿Cómo ha sido la evolución?

Doctor Livingstone, supongo… En el siglo XIX, uno de los mayores exploradores de todos los tiempos, David Livingstone, dedicó su vida a recorrer África como misionero y explorador, descubriendo lugares como las célebres cataratas Victoria. Se dice que después de haber estado casi 10 años desaparecido, el periodista americano Henry Stanley finalmente lo halló en Burundi después de años buscándolo, pronunciando al encontrarse la famosa frase “Dr. Livingstone, supongo”, haciendo alusión a la cómica circunstancia de que no era probable que fuera otro hombre blanco el que se encontraba por casualidad en ese recóndito sitio. Me gusta creer que Livingstone no estaba perdido, sino que había decidido quedarse en Burundi durante un tiempo. El explorador de Africa más afamado de la historia no se perdió por casualidad, él decidió perderse. Cuando llegué a Burundi no pensé que encontraría un sitio tan inmersivo. Durante todo nuestro recorrido no vimos a ningún otro hombre blanco. Me gusta pensar que pisamos las huellas de los maestros exploradores. Y tal como ellos, decidimos perdernos en lo más profundo de su realidad, para así conocer la belleza interior que tenía por ofrecer. Al volver no podía ser igual, porque lo sencillo había tomado más relevancia que nunca.

Aprendiendo a vivir sencillamente

Después de haber conocido de cerca los proyectos de ASU, ¿crees que la labor que estamos llevando a cabo en Burundi tiene sentido? ¿Qué destacarías? ¿Qué crees que se puede mejorar?

El trabajo que ASU ha realizado en las comunidades desde hace varios años es un testimonio no solo de un excelente proyecto, sino de un amor verdadero por los burundeses. Se puede percibir un trato personal y especifico por cada persona, por cada nombre. No es fácil, porque en un contexto tan hostil, el cuidar de otros es muy complicado. Se nota como ASU no ha caído en un asistencialismo, sino en el cuidado personal de sus hermanos y hermanas de Burundi. Creo que con los años estas semillas darán frutos, y esos frutos que hoy ya vemos, espero puedan dar otros arboles que crezcan para cuidarles más.

¿Te gustaría repetir la experiencia?

Sería para mí un sueño volver a estas tierras que se quedaron con mi corazón, Burundi, el lugar más mágico del mundo. Creo de verdad que esta perla escondida, es una escuela para que personas de otros países y contextos, enseñándonos que se puede ser verdaderamente feliz a pesar de las circunstancias materiales.

© 2021 ASU ONG | Hecho con mucho urukundo.
Top
Síguenos: