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Hemos pasado el ecuador del viaje.
Con muchas bajas por enfermedad, mucho gasto de o bien papel higiénico o bien kleenex y ya con la duda sobre hacía que lado irá la báscula a nuestro regreso podemos afirmar que somos voluntarios.
Antes de iniciar este viaje una parte de nosotros esperaba una recompensa como experiencia de vida, por eso la primera semana es la más dura, no solo por el clima extremo y el trabajo físico, también porque aún no estamos preparados para “servir” simplemente por el amor a ayudar.
Hay un momento donde tu mente se olvida de esa recompensa que esperabas cuando te apuntaste a esta aventura y es entonces cuando de verdad eres voluntario. Cuando te levantas con ganas de ir a hacer la colada sólo por ver y sacar una sonrisa a tus niñas, cuando da igual si un día apenas estás con ellas, porque al menos se han puesto contentas al verte. Pocos navegantes se embarcan un mes en ayudar en la misma casa y creedme, tras dos semanas, las mashis te tratan de otra manera y las niñas te miran con otros ojos.
Te miran con alegría por saber que no eres otro ave de paso y que al menos te marcharás sabiendo sus nombres y manías.
Te esfuerzas en aprender algo de hindi pero se olvida pronto con tanto español. Es increíble la cantidad de españoles que somos. Va a ser verdad que somos uno de los países más solidarios.
Lo malo de llevar ya un tiempo recorrido es que algunas de las despedidas diarias que se celebran por las mañanas en Mother House empiezan a doler. Sobretodo ver a los que fueron tus veteranos en la casa con lágrimas en los ojos y pensar que en no mucho tiempo tu estarás ahí: escuchando a los voluntarios y a las Sister cantándote y aplaudiéndote para luego despedirte de lo que durante un mes se ha convertido en el motivo de levantarte por las mañanas.
También no dentro de tanto tendremos que despedirnos tras 24 horas de viaje en avión de los que han sido tus compañeros, o mejor dicho tu familia, de Calcuta. Nos prometeremos vernos pronto, pero la vida a veces es más complicada de lo que nos gustaría y ya algo de eso sabemos.
Ahora nos queda el sprint final. Con las ganas de que esto no se acabe o de que al menos cuando acabe nos encontremos plenamente satisfechos. Satisfechos no de haber recibido todo lo posible, sino de haber dado lo mejor de cada uno.
Seguimos en Calcuta y queremos que se note.”
Una voluntaria, emocionada, desde Kolkata.
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