
Este verano, una vez más, hemos vuelto a casa.
Y ahora, ya de vuelta a la realidad, nos sentimos en la obligación de contar todo lo que hemos vivido, aunque la verdad es que no sabemos muy bien por dónde empezar. Pero merece la pena intentarlo, porque si algo hemos aprendido estos meses es que tenemos que compartir con el mundo ese gran regalo que es Burundi, que después de tantos años seguimos sin ser capaces de entender del todo, y que sigue descubriéndose poco a poco, en lo escondido.
Y es que Burundi se nos ha revelado una vez más como una realidad completamente diferente, oculta para la mayoría pero muy palpable para aquellos que tienen los ojos del rostro -y del corazón- bien abiertos.
Este año, sabíamos que todo iba a ser diferente. Empezando porque hemos batido todos nuestros récords: en total hemos sido 70 españoles -y algún que otro mexicano infiltrado- los que hemos podido disfrutar de la realidad del corazón de África, de ese pequeño rincón del mundo al que tenemos la suerte de poder llamar casa. Ha sido el año de más viajes -cuatro en total- y de más jóvenes trabajando para poder seguir desarrollando proyectos y abriendo nuevas vías de colaboración, pero si algo hemos aprendido es que los números dan igual, porque lo verdaderamente importante ha sido la huella que todas estas experiencias han dejado en Burundi y en nuestro corazón.
Arrancamos el mes de junio con un grupo de 17 jóvenes del colegio Aldovea que llevaron a cabo, como desde hace ya más de 15 años, un campamento de verano para 125 niños, repartieron material de cooperación y, como novedad, ayudaron a construir nuestra nueva escuela secundaria técnica en Ndava cuyas obras están en plena ejecución. Acabaron, dónde si no, trabajando con las Misioneras de la Caridad en Kirundo, ese lugar lleno de paz y amor al que nunca nos cansaremos de volver.

Y llegó julio, y con la llegada del nuevo mes casi 40 jóvenes aterrizaron en Burundi. Durante su estancia en Burundi, los universitarios se dividieron en dos grupos para llevar a cabo durante todo el mes nuestro tradicional campamento de refuerzo escolar en nuestra escuela primaria de Ndava, y para trabajar mano a mano con nuestras queridas sisters de Kirundo. Así latió nuestro corazón esas semanas:
“Cuando volvamos a Madrid y vuelva nuestra rutina, nuestro cansancio y nuestros miedos, no dejes por favor que nos olvidemos de todas estas personas y de su ejemplo, porque claramente nos estás hablando a través de ellos. Y es que aunque muchas veces no podamos comunicarnos fácilmente, estas personas nos hablan. Nos hablan a través de la sinceridad de su mirada y de la alegría contagiosa de su sonrisa. Y en el fondo, a través de su ejemplo, eres Tú quien nos habla, regalándonos un inagotable testimonio de fe y esperanza. Qué suerte poder aprender tanto de ellos y de Ti. Ojalá no lo olvidemos nunca.”

Por último, en el mes de agosto aterrizaron en Burundi 16 jóvenes profesionales que decidieron pasar sus pocas vacaciones dándose a los demás. Empezaron en la Universidad de Ngozi impartiendo un curso de desarrollo personal y profesional para más de 400 alumnos (la previsión inicial era de 150…) y a la vez llevaron a cabo un campamento de niños por las tardes. Acabaron su viaje también en Kirundo con las sisters, que nos abrieron de par en par las puertas de su casa -y de su corazón- como llevan haciendo desde hace más de 15 años y como han hecho una vez más a lo largo de los 3 meses que hemos pasado con ellas este verano. Con ellas, pudieron compartir varios días de entrega y de oración que les unieron aún más como familia.
Esa unión hizo brotar el espíritu de esta manera:
“Fuimos unos y volvimos otros, los mismos pero distintos. Corazón lleno. Tratando de asimilar todo lo vivido en el corazón de África. Aprendimos que es difícil comunicarse con personas que no hablan tu mismo idioma, pero que es fácil entenderse con el lenguaje del amor: abrazos, besos, sonrisas y bailes; no se necesita más. Hemos comprendido que, cuanto más das y más vacío te quedas, más espacio hay para llenarse con Amor y paradójicamente, más lleno estás. Hemos aprendido que tenemos que agradecer más, hasta lo más pequeño. Porque es nuestro deber y salvación dar gracias siempre y en todo lugar. Que es ahí. Ahí dónde el corazón vibre, la cabeza esté en calma y el alma contenta. ¡Ahí es!”

Ya os lo decíamos: no sabíamos muy bien cómo contaros con detalle todo lo vivido estos meses. Pero en el fondo los detalles dan igual, porque más que todas las vivencias, simplemente queríamos compartir lo que llevamos en nuestro corazón. Compartir que tenemos que dar gracias. Compartir que somos testigos de una realidad tras la cual se esconde el sentido del sufrimiento y el secreto de la felicidad. Compartir que Burundi es un regalo y que en nuestras manos está lo que queremos hacer con él. ¡Compartir que ahí es!
